domingo, 14 de septiembre de 2008

CUENTO 6/6

EL REY ACERTIJO
Hace muchos años, en un reino lejano, había un rey que gozaba de descifrar todo tipo de acertijos. Todas las mañanas le pedía a sus criados que le dieran algún juego de lógica para que pudiera resolverlo durante la tarde, y así era todos los días, hasta que cansado de superar todo reto, decidió convocar a los sabios más reconocidos de aquel tiempo para que le impusieran un acertijo de alta complejidad para celebrar su cumpleaños número 80.
Los sabios llegaban de todo el mundo y hacían largas filas para que el rey intentara resolver su acertijo, al ver que no había ningún sabio que le pusiera un verdadero reto, ofreció 100 monedas de oro a quien le diera un acertijo que no pudiera descifrar, y aun así, no veía un aumento de complejidad, por lo que fue aumentando el motín hasta 1,000 monedas de oro.
Días después llegó una carta urgente al rey, era de un joven campesino, que le proponía ponerle un acertijo tan difícil que tardaría años en descifrarlo si es que tenía suerte, pero 1,000 monedas de oro no eran suficientes, si el rey no lograba descifrarlo en un año, entonces el joven se casaría con la princesa, de lo contrario sería juzgado por traición.
El rey, emocionado por enfrentar tal reto, mandó traer al joven y después de platicar con él toda la tarde, aceptó el reto. Éste consistía en un laberinto gigante, construido a las afueras del castillo, mismo que el joven había diseñado.
La mañana siguiente el rey comenzó el reto entre las porras de la gente y prometió volver en el tiempo prometido. Pasó un año, el tiempo se acabó, y el joven se casaría con la princesa, pero esa misma mañana, cuando el reino se preparaba para la gran fiesta, apareció el rey, en medio de la incredibilidad de la gente, se paró frente a todos y dijo:
-Hace un mes que llegué al centro del laberinto, encontré el tesoro y prueba que demostraría que había cumplido con mi cometido, y cual fue mi sorpresa al ver que ese tesoro era un baúl que contenía una extensa carta que el joven me había escrito en donde me decía lo mucho que amaba a mi hija, la princesa, y que estaría dispuesto hasta dar la vida por ella, por eso decidí esperarme un mes más ahí adentro, porque sabía que él era el indicado para casarse con mi hija, pero me daba pena aceptar que fuera con un campesino, y hoy, que los veo a los dos felices, me doy cuenta de que no había nada de que avergonzarme, porque este joven, fue inteligente, fuerte y valiente, al aceptar retarme, y no hay nadie mejor para que tome mi lugar en el trono a lado de mi hija.

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